martes, 28 de febrero de 2012

Cultura del café

Christopher Gabriel WASTIAN

A todos los colimenses que disfrutan de un buen café.


Hoy exactamente hace dos meses, el 29 de diciembre del 2011, falleció Leopold Hawelka –un ícono de la cultura del café de Viena– a la edad de 100 años. El café, cuya dirección es “Dorotheergasse 6” y que lleva el nombre de su fundador, fue inaugurado en el año 1939 y fue convirtiéndose, sobre todo a mediados de los años 50 del siglo pasado, en el lugar de encuentro preferido por escritores, críticos y artistas. Entre las personas que frecuentaron el Café Hawelka cuentan eminencias como Friedensreich Hundertwasser, Helmut Qualtinger, H. C. Artmann y Oskar Werner.

El particular encanto de este local se basa en el hecho de que es, hasta ahora, como siempre fue. Ya en el año 1969 el autor Heimito von Doderer escribió que el café sería popular en todo Europa – “al fin y al cabo solo porque el Señor Hawelka no lo ha restaurado”. El cantautor austríaco Georg Danzer hizo definitivamente del culto a los cafés un monumento, cuando en el año 1976 cantó: Jö schau, so a Sau, Jössas na, wos mocht a Nackerter im Hawelka? (Mira tú, que tal puerco, ¡no manches! ¿que hace un encuerado en el Hawelka?). También otros músicos hacen alusión al café en sus canciones – como Kraftwerk, los alemanes pioneros de la música electrónica.

Un clásico de este café ubicado en el primer distrito de Viena, el centro absoluto de la capital austríaca, son los Buchteln – un dulce austríaco hecho de masa con levadura y relleno de mermelada de ciruela, los cuales horneaba personalmente la esposa de Leopold, Josefine, hasta su muerte en el año 2005. Este dulce se disfruta mejor con uno de los innumerables tipos especiales de café, por ejemplo un Wiener Melange (similar al capuchino: expreso mezclado con leche caliente y espuma de leche por encima), un Einspänner (un expreso doble con abundante crema chantilly, servido en vaso), un Fiaker (expreso doble con mucho azúcar y un trago de ron o aguardiente, servido en vaso), un Maria Theresia (expreso con un trago de licor de naranja), o sencillamente un Kleiner Mokka (expreso simple). El vaso de agua que se recibe en Austria con el café, por supuesto es gratuito. Inclusive las cervezas locales se encuentran en las cafeterías típicas, además de una enorme selección de los mejores periódicos de calidad de diversos países.

¿Pero como llegó realmente el café a Viena – a un lugar tan lejano de las plantaciones chiapanecas y veracruzanas, colombianas y africanas?

Cuenta la leyenda que a finales del siglo XVII, poco después del final de la Segunda Invasión del Imperio Turco Otomano, fueron encontrados muchos sacos de particulares granos que hasta ese entonces eran desconocidos en Austria. Pronto se hizo evidente que era café lo que los turcos llevaban en dichos fardos. Ya en 1685 se fundó el primer café en Viena. Este concepto tuvo muchísimo éxito – ya en el año 1900 existían alrededor de 600 cafés en dicha metrópoli europea. Al comienzo se reservaba el ingreso sobre todo a hombres. Los llamados “literatos de café”, entre los que cuentan Stefan Zweig, Peter Altenberg, Karl Kraus y Friedrich Torberg, eligieron sus cafés favoritos como los lugares para vivir y trabajar. También otros intelectuales y artistas, entre ellos Gustav Klimt, Oskar Kokoschka, Adolf Loos y Egon Schiele, así como científicos y políticos se encontraban entre los clientes habituales de los cafés. Otras ciudades que formaron parte del Imperio Austro-Húngaro (Praga, Budapest, Trieste) imitaron el concepto de los cafés vieneses.

Hoy en día los cafés de Viena son toda una institución y forman parte integral de la imagen urbana de la ciudad. La tradicional cultura de los cafés de Viena como elemento esencial de la identidad vienesa y austríaca, la cual además es la antítesis del sistema estadounidense “coffee-to-go” (estilo Starbucks), ha sido incluida por la Unesco en noviembre del año pasado en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial. Además el Kaffeesiederball (el baile de los propietarios de los cafés), que se realiza anualmente desde el 1957 en el Palacio Imperial de Hofburg, se dedicó en el año 2010 de manera excepcional a los Estados Unidos Mexicanos. Bajo el lema “El Café de México” los visitantes disfrutaron al ritmo del danzón del renombrado compositor sonorense Arturo Márquez.
¡Viva el café!

publicado por El Noticiero de Colima, 29 febrero 2012, pág. 5