viernes, 30 de marzo de 2012

La trampa nuclear

Christopher Gabriel WASTIAN

Pero el desastre nuclear no es un desastre natural, es una catástrofe antinatural y técnica, resultante del descuido de seres humanos arrogantes. (Masako Hashimoto, víctima de Fukushima)


Hace pocos días, representantes de más de 50 países se reunieron con motivo de la Cumbre Nuclear en la capital sud-coreana de Seúl. El gobierno del país asiático está promoviendo la energía nuclear como motor del crecimiento económico y quiere ascender en los próximos diez años dentro de los tres primeros puestos del ranking de las mayores naciones exportadoras de energía nuclear. El sector de la energía nuclear, así como las exportaciones a países como los Emiratos Árabes Unidos, serán diligentemente promovidos – se trataría nada más que de cuatro reactores que costarían a los EAU la suma de 20 mil millones de dólares americanos.

Otros países asiáticos como Turquía, Jordania, Vietnam e Indonesia quieren imitar a los jeques de la Península Arábica y están igualmente invirtiendo en centrales nucleares. Una energía, la cual es denominada por el presidente surcoreano Lee Myung-bak como “verde”, verde sería por lo tanto todo lo que reduzca la emisión de dióxido de carbono. En vista de la catástrofe nuclear, que en marzo del año pasado aconteció, son las opiniones y perspectivas de los surcoreanos no sólo ingenuas, cínicas y extrañas, sino sobre todo, perversas, irresponsables y groseramente negligentes.

Recordemos: el viernes, 11 de marzo del 2011, Japón se vio afectado a las 14:46 p.m. por el terremoto más fuerte de su historia desde que comenzaron los registros. Incluso en Tokio, la capital, edificios completos se vinieron abajo. El resultado inmediato, que alcanzó la costa japonesa media hora más tarde, fue un tsunami que alcanzó alturas de 13 a 15 metros, a causa del cual, según los registros actuales, 19.000 personas perdieron la vida, además numerosas ciudades fueron totalmente aniquiladas. Después de la inundación, el aeropuerto de la ciudad de Sendai se asimilaba más a un paupérrimo puerto con residuos de barcos rotos y escombros. Pero la verdadera, enorme y más duradera catástrofe se produjo después: el terremoto y el tsunami dañaron enormemente la planta de energía nuclear en Fukushima que trajo como consecuencia una cadena de accidentes catastróficos: En primer lugar se inundaron los generadores diesel del sistema y las baterías de emergencia. Entonces, los reactores se averiaron, mientras tanto aumentaban la temperatura y la presión en el interior de los reactores hasta valores que superaban miles de veces sus límites. Más y más se evaporaba el agua refrigerante, las barrillas de combustible comenzaban a fundirse. No solo siguieron las explosiones de gas, sino también las detonaciones con una cantidad considerable de diversos elementos radiactivos (principalmente yodo y cesio; algunas fuentes hablan incluso de plutonio altamente tóxico).

Esta información tenemos que agradecer antes que nada a expertos independientes. La política de información oficial de las autoridades japonesas y especialmente la de los operadores de la planta de energía Tepco (Tokyo Electric Power Company) han fracasado miserablemente. El hecho de que la información importante y alarmante del estado real de la planta nuclear no sea transmitida y se esparzan a cambio mentiras, arriesga las vidas de otros miles de japoneses, los cuales de todos modos ya no creen en sus autoridades que solo actúan bajo el lema: “no pasa nada”.

Recién 24 horas después de la catástrofe nuclear hubo ordenado el primer ministro de Japón, la evacuación en un radio de 20 kilómetros alrededor de la central nuclear de Fukushima. Esta medida sin embargo, resultó ser sin sentido, porque en ciudades como Iitate, que no están dentro de esta zona, según lo medido mostraban un nivel de exposición radiactiva mucho más alto.

El destino de la nación japonesa es dramático: hasta 150.000 personas se vieron obligadas a abandonar, temporal- o permanentemente, sus hogares, también murieron cientos de miles de animales abandonados en granjas. Fueron contaminados –y así se quedarán por las próximas décadas– aire, suelo, alimentos y – aguas.

Que el desastre de Fukushima haya dejado de ser un problema nacional para alcanzar dimensiones globales, tenemos que “agradecerlo” por el hecho de que hasta la fecha toneladas de aguas radioactivas fueron arrojadas al Océano Pacífico – a veces sin querer, a veces deliberadamente. Después de que inicialmente, debido a la incapacidad de la empresa operadora, se tratara de enfriar los reactores con agua de mar, para luego verter estas aguas contaminadas nuevamente en el Pacífico, se logró hasta la fecha la radioactividad de éste océano. Como el mar no tiene límites conocidos, en el mundo crece la ansiedad y el miedo por la contaminación de nuestras aguas.

Los impactos sobre la pesca no sólo en las zonas costeras japonesas, dejan suponer que los alimentos contaminados entran en circulación –ni la radiación ni el mar abierto conocen fronteras– y por lo tanto ya hace tiempo han encontrado el camino hacia nuestra cadena alimenticia. Los productos de la zona de pesca FAO 61 (la Organización para la Agricultura y la Alimentación distingue entre diferentes áreas geográficas para identificar el origen de pescados y mariscos) son prácticamente incomibles, en las zonas costeras peruanas ya fueron registrados valores radioactivos en aumento. ¿Cómo se observa esto en la costa mexicana del Pacífico? Las consecuencias a largo plazo aún no se conocen, pero las predicciones son terribles.

Después de este accidente, el más poderoso dentro de los desastres nucleares jamás antes vistos, el cual continuará durante mucho tiempo más (según algunas fuentes lo peor está aún por venir ya que la fusión de núcleo todavía estaría en funcionamiento en la planta nuclear averiada, lo que podría poner en serio peligro inclusive a Tokio), es Corea del Sur el mejor ejemplo actual de que los reactores nucleares generan especialmente una cosa: dinero. Que aquí tienen prioridad intereses económicos y la avaricia y al mismo tiempo están en juego vidas humanas o posiblemente la humanidad entera, no es una sorpresa. “Los reactores de Corea son los más seguros del mundo, una desgracia como la de Fukushima, imposible”, se oye en estos días. Pero esto no es más que hipocresía, porque exactamente lo mismo decían los japoneses después de Chernóbil.

Pero no en todo el mundo rigen los poderes totalitarios y financieros de la industria atómica, esto lo demuestra especialmente Alemania: Tras las protestas masivas de la población alemana y europea –inclusive yo fui parte de los 100.000 manifestantes solamente en Hamburgo– decidió el gobierno alemán detener y cerrar todas sus plantas nucleares hasta el año 2022. Otros países, como Suiza y Bélgica, planean igualar a los alemanes. En realidad, todo el mundo debería tomar a Alemania como un ejemplo: renunciar a la energía nuclear es en efecto (temporalmente) complicado (los costos de tiempo, el impacto ecológico de las plantas eléctricas de carbón, etc.), pero definitivamente no es imposible. Renunciar a la energía nuclear es un compromiso humano. ¡No demos lugar a los peligros invisibles!

publicado por El Noticiero de Colima, 31 marzo 2012, pág. 5

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