domingo, 11 de diciembre de 2011

Centros y periferias: Pensamientos desde la frontera norte

Christopher Gabriel WASTIAN

En el marco de mis investigaciones en la frontera entre México y Estados Unidos de Norteamérica, las cuales duraron desde el año 2008, he tenido el honor de conocer la gran mayoría de las ciudades fronterizas que la comprenden. Y no solamente las ciudades, sino naturalmente también a sus habitantes, sobre todo a artistas de diversos ámbitos, con los cuales trabajo de preferencia.

Cuando se trata de creación artística en la frontera, aparecen en reportes internacionales y en escenarios globales casi solamente las ciudades hermanas Tijuana/San Diego y Ciudad Juárez/El Paso. Eventualmente también Mexicali/Calexico, y eso es todo. Sin embargo, al margen de estos lugares, nombrados por mucha gente como “centros”, también hay por descubrir otros creativos y dinámicos trabajos. Este es un hecho que debe compartirse con México y con el mundo.

Desde luego, cuando se habla de arte fronterizo, Tijuana conquista un rol clave con el desarrollo del Nor-tec, un particular género musical. Mega-espectáculos –reconocidos internacionalmente–, como por ejemplo “inSite”, se llevaron a cabo en ambos lados de la frontera. Además, la vibrante escena artística en el espacio único del Paso del Norte o el corifeo cachanilla Gabriel Trujillo Muñoz son conocidos por muchos aficionados.

Sin embargo, apenas nombré las palabras “Tijuana” y “Ciudad Juárez” en una conversación con el investigador tamaulipeco Arturo Zárate Ruiz, reaccionó visiblemente alterado y excitado, dirigiéndome un monólogo reaccionario. Enérgicamente enumeró por qué su tierra de nacimiento, la Heroica Matamoros, según su opinión, sería el lugar más representativo de toda la frontera: Aquí existe uno de los teatros más antiguos del país, la arquitectura sería única, la ciudad además habría engendrado algunas estrellas de Hollywood. Por cierto, Rigo Tovar fue icono matamorense. Y por si fuera poco, aquí se hablaría el español más puro y correcto de todo México.

Por supuesto, Zárate exagera masivamente con sus pretensiones de ser ciudadano del lugar más importante de la frontera. Por otro lado, tiene también razón, en la medida de que la segunda ciudad más grande de Tamaulipas, entre otras cosas, fue escenario de numerosas y decisivas batallas y combates.

Esta ciudad tiene entonces relevancia histórica, pero también relevancia en aspectos contemporáneos: La renombrada artista conceptual Patricia Ruiz-Bayón, quien también es activa como autora, recibió hace poco el premio al Creador Emérito, un reconocimiento muy importante a nivel estatal. El Museo de Arte Contemporáneo, que dentro del estado de Tamaulipas se destaca como espacio vanguardista, es símbolo de una floreciente escena cultural; Javier Dragustinovis también es parte de ella como artífice de algunas llamativas instalaciones – entre otras en el Río Bravo, que marca la frontera entre México y su vecino del norte.

Miramos más adelante al oeste, hacia Coahuila, del mismo modo frontera con Tejas. Después de una profunda observación, se podrá constatar que Ciudad Acuña/Del Río y Piedras Negras/Eagle Pass son verdaderas minas si se trata de creadores brillantes, los cuales tienen de verdad algo que decir.

El arte de Alfredo Rodríguez, Alejandro Barajas y Gustavo González se sitúa en el más alto nivel internacional, no solo desde el punto de vista técnico y estilístico.

Osvaldo Chacón, el “Border Patrón” de la Presa de la Amistad, tematiza elementos que algunos de sus colegas frecuentemente olvidan, por preferir representar la sangre y la violencia. Su identidad 100% fronteriza se refleja definitivamente en sus trabajos. Así por ejemplo el cactus, un elemento de la naturaleza, es una constante en su temática. El cactus como símbolo de la resistencia, de la sobrevivencia también bajo las condiciones más adversas. ¿Las características de esta planta se parecen, casualmente, a la de muchos fronterizos?

Si se trata de literatura, Piedras Negras tiene mucho que ofrecer: Pioneras como María del Carmen Maqueo –representante de un llamado contratexto– así como Blanca Esthela Treviño Pepi tienen que ser nombradas, así como Rolando Tamayo, el “Bukowski mexicano”.

Nogales en el estado de Sonora es la tierra natal de uno de los colectivos más reconocidos de toda la frontera – el Taller Yonke con Guadalupe Serrano y Luis Diego Taddei como protagonistas actuales. Una de sus instalaciones se encuentra en el campus de la Universidad de Arizona en Tucson y a comienzos del próximo año participan en una exposición en España.

En San Luis Río Colorado –para la mayoría un lugar de paso en el camino de Hermosillo hacia Mexicali– y en el limítrofe San Luis, EE. UU. se organiza una exitosa reunión de poetas con lecturas de prometedores autores desde hace años.

Estos son tan solo algunos ejemplos de una viviente y única escena cultural y artística, la cual se desarrolla en una zona liminal: la frontera.
Sólo les queda a ustedes juzgar: ¿Qué significa periferia? ¿Y qué es un centro?

publicado por El Noticiero de Colima, 8 diciembre 2011, pág. 3

De altavoces, perros ladradores y verdaderos maestros

Christopher Gabriel WASTIAN

Mentes vacías anhelan el ruido. (Hans Kasper)


En un tibio miércoles por la noche, después de una visita en un café, me decidí a pasear un poco por el Andador Constitución. Esta rutina la practico frecuentemente y con mucho gusto. Esta vez tuve además la suerte de que estuviera presente el magnífico saxofonista Bindú Gross. ¿Qué puede haber mejor que escuchar melodías del bueno y refinado en una representativa callejuela de una de las ciudades más antiguas de México?

Los empleados de una farmacia que se encuentra justamente al inicio del Andador Constitución observan todo esto evidentemente de otra manera. Tampoco son conscientes de la existencia del arte y de gente que se interesa en ella y que apoya y admira a dichos músicos instruidos que no poseen altavoces – y que tampoco los necesitan. Música retumbante salía desde los altavoces con amplificador de dicha botica. Música que a mi parecer, podría ser tocada después de las dos de la madrugada en una discoteca, pero no en el centro colonial de la bella Colima.

El baratillo ultra-comercial, que en el fondo no tenía absolutamente nada que decir ganó claramente la batalla –en cuanto a lo que volumen se refiere– en contra de la música de calidad de Bindú Gross. Tuve muchos problemas hasta para poder percatarme del saxofón. ¿Sería acaso también celebrada esta gloriosa batalla?

Bueno, me decidí a ingresar a esta farmacia, de la cual hasta ese momento yo también fui cliente, a pedirles a los trabajadores que le bajaran un poco el volumen a la “música” ya que no era de lo más adecuado en un lugar como ése. Mi petición fue ignorada y rechazada. El personal de seguridad me preguntó de dónde era (mi respuesta: un visitante de una maravillosa ciudad) y finalmente se me pidió que abandonara el lugar. Fui despedido con una “efusiva”-grosera ofensa por parte del hombre de seguridad.

Muchos presentes, entre ellos un policía así como un conocido sociólogo, poeta y torero (todos ciudadanos mexicanos), me dieron la razón. A ellos también les pareció lamentable que el centro de Colima, a causa de éste tipo de contaminación (acústica), vaya perdiendo su atractivo. Hasta que entonces llegó el señor Fulano de Tal –al parecer un ferviente frecuentador de discotecas–, el cual aparentemente se enteró de mi petición. Él me preguntó de qué parte de EE. UU. yo sería (el comienzo de este tipo de diálogos me resulta especialmente “simpático”, pero lo dejamos pasar). Al observar él que no recibió ninguna respuesta y aún así notó que yo era extranjero opinó con mucha seriedad y gesticulando exageradamente, que yo como “no-mexicano” no podía entrometerme en “su país” y que yo aquí no tendría ninguna opinión, que aquí yo no podría tener ninguna opinión. Que lo que más le gustaría en ese momento sería sentarme en un avión que me deportara fuera de México.

En estos últimos cinco años, éste tipo de xenofobia en México nunca me afectó directamente, fue para mí simplemente algo desconocido hasta ahora. Espero y creo del mismo modo que la mayoría no comparta esa opinión. No puede ser y no es, porque yo podría enumerar una docena de ejemplos con los cuales fundamentar mi amor a México y a su gente mexicana. Y ese amor y admiración no lo podrán cambiar los pocos racistas o simplemente locos, a los cuales ni siquiera el futuro de su propio país les interesa.

publicado por El Noticiero de Colima, 16 noviembre 2011, pág. 4

Los muertos, los vivos y un descamino de color negro/naranja

Christopher Gabriel WASTIAN

No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre. (Stefan Zweig, escritor austríaco)


Desde el 2006 estuve cada año en México, pero hasta ahora nunca tuve el honor de participar en el tradicional Día de Todos los Santos así como en el sucesivo Día de Muertos. Esta vez llegó el momento: Aquí en Colima pude observar cómo se preparó el pueblo para estos dos días y dos noches tan especiales. Altares de Muertos fueron cariñosamente montados, diversas escuelas, casas particulares y lugares públicos –como restaurantes, hoteles y jardines– elegantemente decorados. Con toda razón reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, esta mundialmente conocida fiesta popular es una parte esencial de una cultura maravillosa e impresionante – la cultura mexicana.

En Austria, mi país de nacimiento (predominantemente católico), se celebra el 1 de noviembre “Allerheiligen” y el 2 de noviembre “Allerseelen”. El primer día nombrado se dedica a los Santos, mientras que en el segundo se recuerda a los Muertos. Tumbas (desde el año 998 después de Cristo) son bendecidas y vistosamente –sobre todo con abundantes flores– decoradas.

Con todo esto se honra y se demuestra respeto a los difuntos. Por la noche los panteones parecen un infinito mar de luces rojiblancas. Un especial panorama lo ofrecen sobre todo los excepcionales “cementerios terraza”; uno de ellos se encuentra en mi ciudad, Bad Eisenkappel, en la frontera con Eslovenia. Además, en algunos sectores, se prepara un pastel especial parecido al Pan de Muerto.

Otra costumbre, cuyo actual festejo ni tiene que ver con sus propias raíces ni con el Día de Muertos, es Halloween, la cual “se celebra” la última noche de octubre. Solo pocos saben que el origen de esta fecha se remonta a la celebración llamada “Samhain”; motivo de esta fiesta era conmemorar la despedida del verano. Hay indicios que demuestran que esta celebración ya se llevó a cabo a más tardar en el primer siglo después de Cristo. El término “Halloween” en sí mismo proviene del siglo XVI. La importante emigración desde lugares marcadamente católicos de las islas británicas –sobre todo Irlanda– hizo que éstos se llevasen consigo sus tradiciones y costumbres hacía Estados Unidos de Norteamérica.

Lo que siguió a esto es una descontextualización total, una comercialización cruel procedente de EE. UU. y propagación a medio mundo: En Japón se cuentan historias de fantasmas, en Brasil se buscan calabazas, en Alemania florece la fiebre del horror y en Australia jóvenes borrachos vagan alborotados cometiendo actos vandálicos – porque no recibieron golosinas. Una aerolínea mexicana decora su ventanilla con los “típicos” colores de Halloween, negro y naranja, en el aeropuerto de Hermosillo. Brujas volando en escobas e inscripciones en idioma inglés completan esta espantosa imagen. Y lo más importante: Desde hace semanas circulan comerciales y anuncios publicitarios donde se pregonan todos los productos posibles relacionados con Halloween. ¡La caja de los shopping malls ya suena!

De las raíces celtas-paganas de Halloween ya no queda nada. Absolutamente nada. Halloween es la expresión no sólo de una contracultura, sino de una verdadera anticultura, la cual amenaza con hundirnos a todos.

No obstante y justamente por eso, me he decidido esta vez más en contra de una deshonesta pseudo-fiesta sin alma y he preferido pensar en nuestros antepasados. La decisión no fue muy difícil. Cultura – ésta es, lo que a nosotros europeos y mexicanos nos une y lo que nos diferencia de la anticultura. Ojalá que por mucho tiempo más. ¡Viva la calaca!

publicado por El Noticiero de Colima, 3 noviembre 2011, pág. 5

Del No-Lugar al No-Yo

Christopher Gabriel WASTIAN

Donde no hay tú, no hay yo. (Ludwig Feuerbach)


Todos sabemos que es un “lugar”. ¿Pero qué es un “no-lugar”? Este concepto fue acuñado por el antropólogo francés Marc Augé, el cual contrapone los no-lugares con los ya bien conocidos lugares. Los primeros los define como espacios mono-funcionales, que prevalecen sobre todo en zonas urbanas.

En nuestra época –algunos tienen bien en nombrarla “época de la globalización”– podemos observar diariamente, sea en Europa, Asia, Norte- o Sudamérica, como del suelo brotan ya casi con naturalidad centros comerciales, autopistas de seis vías o híper modernas estaciones de ferrocarril.

Aeropuertos pertenecen también a esta categoría. Hace poco estuve en Lima, cuyo aeropuerto internacional “Jorge Chávez” fue galardonado ya más de una vez como el “mejor aeropuerto de Sudamérica”. En el sector de shopping, denominado “Perú Plaza”, se disponen numerosos negocios de lujo y restaurantes gourmet. Aeropuerto de Lima: una celda aislada que ignora la realidad de la ciudad satélite que la rodea, el Callao, una urbe marcada por la pobreza.

No-lugares tienen que ver con (no-)reconocimiento: Todos necesitamos lugares donde nos reconocemos y donde otros nos puedan –como nosotros a ellos– reconocer. Todo esto es una cuestión de identidad. No-lugares anulan identidades locales e inyectan componentes “globales” o, mejor dicho, intercambiables en este nuevo constructo. Si en el aeropuerto de Lima no se vendieran chales de alpaca y pasteles de choclo, no se sabría en realidad si uno se encuentra en ese momento en Madrid, en Nueva York, en Co-lima o justamente en Lima.

Sobre todo en el norte de los Estados Unidos Mexicanos, en la frontera con los Estados Unidos de América, en muchas ocasiones uno no puede evitar, incluso involuntariamente, visitar no-lugares. No-lugares en la frontera: ¿elementos que estorban la composición inarmónica de las “autóctonas”, híbridas identidades fronterizas? ¿O es que ya se han vuelto en una parte fija de ellas?

¿Es ésta sobre proporcionada presencia de no-lugares en la frontera acaso también la causa de que uno en Mexicali se crea más en EE. UU. que en el vecino Calexico? Calexico y Mexicali, ¿localidades intercambiables en un mundo entrecruzado de cables y de redes inalámbricas, en el cual el espacio extraterrestre es empleado para establecer una extraña forma de comunicación, que pone en contacto a miles de individuos con tan solo una imagen de sí mismo?

No-lugares son en consecuencia espacios temporales –espacios transitorios–, en los cuales individuos se mueven sin relacionarse, en donde ninguna relación social duradera se consolidará. Todo lo que nos separa de las relaciones sociales, nos separa también de los lugares que conocemos. En supermercados, aeropuertos, cajeros de bancos, allí la vida social se debe superar en solitario. Esa es una contradicción en sí, que corresponde a la actual paradoja, como Marc Augé también considera: Hoy en día es posible estar solo y al mismo tiempo mantener relaciones con todo el mundo.

No-lugares se caracterizan –en contraposición con los tradicionales, antropológicos lugares– por la pobreza comunicativa y por el abandono. Historia, relación e identidad no están presentes en la gran mayoría de los casos, o lo están sólo en mínimas proporciones.

El antropólogo francés nombra tres sucesos significativos, los cuales son esenciales para el entendimiento de este par contradictorio lugar/no-lugar. El primero es la urbanización de nuestro planeta; el segundo la escenificación del mundo (aumento significativo de imágenes cuales están circulando mundialmente, que cambian decisivamente nuestra relación con la realidad). El tercero sería un proceso, del cual sólo se puede esperar que no acontezca, si es que acaso ya no comenzó: el origen de un yo ficticio, el cual reivindica a un absoluto máximo la fascinación hacia el reflejo de una imagen. El objeto de esta fascinación sería incluso menos real que los sueños y visiones que pudieron dar un sentido a culturas tradicionales, ya que ellas fueron producto de un lugar y de una cosmología. Esta sería la transición de la época del no-lugar a la era del no-yo.

publicado por El Noticiero de Colima, 26 octubre 2011, pág. 3