domingo, 11 de diciembre de 2011

Los muertos, los vivos y un descamino de color negro/naranja

Christopher Gabriel WASTIAN

No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre. (Stefan Zweig, escritor austríaco)


Desde el 2006 estuve cada año en México, pero hasta ahora nunca tuve el honor de participar en el tradicional Día de Todos los Santos así como en el sucesivo Día de Muertos. Esta vez llegó el momento: Aquí en Colima pude observar cómo se preparó el pueblo para estos dos días y dos noches tan especiales. Altares de Muertos fueron cariñosamente montados, diversas escuelas, casas particulares y lugares públicos –como restaurantes, hoteles y jardines– elegantemente decorados. Con toda razón reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, esta mundialmente conocida fiesta popular es una parte esencial de una cultura maravillosa e impresionante – la cultura mexicana.

En Austria, mi país de nacimiento (predominantemente católico), se celebra el 1 de noviembre “Allerheiligen” y el 2 de noviembre “Allerseelen”. El primer día nombrado se dedica a los Santos, mientras que en el segundo se recuerda a los Muertos. Tumbas (desde el año 998 después de Cristo) son bendecidas y vistosamente –sobre todo con abundantes flores– decoradas.

Con todo esto se honra y se demuestra respeto a los difuntos. Por la noche los panteones parecen un infinito mar de luces rojiblancas. Un especial panorama lo ofrecen sobre todo los excepcionales “cementerios terraza”; uno de ellos se encuentra en mi ciudad, Bad Eisenkappel, en la frontera con Eslovenia. Además, en algunos sectores, se prepara un pastel especial parecido al Pan de Muerto.

Otra costumbre, cuyo actual festejo ni tiene que ver con sus propias raíces ni con el Día de Muertos, es Halloween, la cual “se celebra” la última noche de octubre. Solo pocos saben que el origen de esta fecha se remonta a la celebración llamada “Samhain”; motivo de esta fiesta era conmemorar la despedida del verano. Hay indicios que demuestran que esta celebración ya se llevó a cabo a más tardar en el primer siglo después de Cristo. El término “Halloween” en sí mismo proviene del siglo XVI. La importante emigración desde lugares marcadamente católicos de las islas británicas –sobre todo Irlanda– hizo que éstos se llevasen consigo sus tradiciones y costumbres hacía Estados Unidos de Norteamérica.

Lo que siguió a esto es una descontextualización total, una comercialización cruel procedente de EE. UU. y propagación a medio mundo: En Japón se cuentan historias de fantasmas, en Brasil se buscan calabazas, en Alemania florece la fiebre del horror y en Australia jóvenes borrachos vagan alborotados cometiendo actos vandálicos – porque no recibieron golosinas. Una aerolínea mexicana decora su ventanilla con los “típicos” colores de Halloween, negro y naranja, en el aeropuerto de Hermosillo. Brujas volando en escobas e inscripciones en idioma inglés completan esta espantosa imagen. Y lo más importante: Desde hace semanas circulan comerciales y anuncios publicitarios donde se pregonan todos los productos posibles relacionados con Halloween. ¡La caja de los shopping malls ya suena!

De las raíces celtas-paganas de Halloween ya no queda nada. Absolutamente nada. Halloween es la expresión no sólo de una contracultura, sino de una verdadera anticultura, la cual amenaza con hundirnos a todos.

No obstante y justamente por eso, me he decidido esta vez más en contra de una deshonesta pseudo-fiesta sin alma y he preferido pensar en nuestros antepasados. La decisión no fue muy difícil. Cultura – ésta es, lo que a nosotros europeos y mexicanos nos une y lo que nos diferencia de la anticultura. Ojalá que por mucho tiempo más. ¡Viva la calaca!

publicado por El Noticiero de Colima, 3 noviembre 2011, pág. 5

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